domingo, 18 de mayo de 2008

Argentinadas

DIARIO DE COSTUMBRES -1-


Mi joven vecino después de años dedicados a practicar con su guitarra eléctrica “Una escalera al cielo”, una y otra vez, y siempre hasta la décima estrofa, ha decidido cambiar de instrumento y probablemente de personalidad. Ahora ha traído a su casa, que sonoramente es parte de la mía, un nuevo método de tortura: un tambor de murga. Para los que no lo ubican, el tambor de murga es una condensación del bombo barra brava plus redoblante plus bombo legüero plus batería de Megadeath, en concierto.
Lo más curioso es que mientras mi joven vecino se esforzaba por tocar en su guitarra, sin suerte, la encantadora melodía que ya todos conocemos, el mozuelo era una especie de bestia brutal y olorosa .Sus eructos de adolescente mutante hacían retumbar las paredes de mi casa, emitía unos gruñidos que eran la única expresión social que salía de su boca y creo que ya hablé del olor.
En cambio ahora, mientras golpea en forma bestial ,ilimitada y amorfa su tambor de murga, el joven se ha convertido en la imagen misma de lo que una madre de 1950 desearía para su hijo, un estilo Palito Ortega en Muchacho que vas cantando. El pibe se baña y no huele, pese al intenso ejercicio que realiza con los redoblantes dice buenos días, tardes, noches y es básicamente, amable.
Antes lo puteábamos y golpeábamos desesperados a su puerta hasta que paraba de tocar una escalera al infierno, ahora estamos desconcertados por el valor transformador y terapéutico del bombo murguero y queremos pedírselo prestado a ver qué nos pasa.

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