LECTURAS
El pasado, Historia del llanto, Wasabi
Navegando por las secreciones de Alan Pauls
Pauls escribe el cuerpo como secretor de babas, sangre, uñas, cáscara de piel seca, lágrimas, mucosidades, espolones, callos, etc . El cuerpo de los personajes es un organismo que derrota la voluntad por lo bello y la razón, eyector de mensajes sin sentido, signos con una vida propia y enigmática enviados a través de todos los orificios, que pugnan por salir. Hay una resignación frente a lo secretado-siniestro que puede ser entregado al otro como un jeroglífico para su desciframiento (un médico, un homeópata, una pareja, un padre), o interpretado por el protagonista, resignificado e incluido dentro de la trama .Pero así como Pauls imprimiendo poética describe a los restos de uñas cortadas como finas medialunas, puede “traducir”, lo hace bien, restos de sensaciones, titubeos, aburrimiento, manoseos íntimos y la viscosidad de los vínculos amorosos o la incompetencia en lo vínculos filiales.
Como secreciones, los personajes son tomados al abordaje por sueños, narcolepsia, adicciones, lagunas y actings imposibles de detener, elecciones sin sentido, actos locos, pasividad gozosa. El inconciente secreta productos que los aprisiona obligándolos a rodar hacia las consecuencias (El Pasado, Wasabi) o provoca a destiempo cuestionamientos y tomas de posición (Historia del Llanto)
En el medio, como un pespunte, aparece el pasado común. No como referencia histórica sino como una recuperación a través de la escritura de lo vivido, especialmente aquello que no alcanza el estatuto de recuerdo.
Confieso que eso es lo que busco en la lectura de Pauls, un rescate del pasado en manos de un buen narrador que, como un mago, saca no al conejo de la galera sino lo que quedó de esa presencia: las caquitas, los restos de pelos, el calor corporal, la atmósfera conejil.
No sé si me gusta tanto la obra (que a veces se torna una experiencia despareja, entre lo excepcional y lo visceral), como la forma proustiana de rescatar esas pequeñas cosas perdidas en la memoria que alcanzan, vía Pauls, la palabra: las bolitas de telgopor en el baúl de un auto, la pulcritud exagerada de los milicos que caminaban por Ortega y Gasset (ay, mi barrio), los peligros ambiguos, cotidianos, durante el proceso, los recitales de protesta en los pubs, las yemas de los dedos como pasas de uva de tanto estar en la pileta, las fotos de los viajes compartidos que quedan en el limbo, las modas inconfesables, el buffet del club, la enciclopedia ilustrada Lo sé todo, el envidiado bolso de Pan Am.
Ese reencuentro, confieso, me emociona.
Algunas citas:
“A Lo Feliz y lo Bueno, él, si pudiera, les opondría esto: Lo Cerca.”
“Le parece que el mundo nunca ha sido tan injusto: solo él tiene derecho a llorar, pero sus ojos están tan secos que podría frotar un fósforo contra ellos y prenderlo”.
(Historia del llanto, ed. Anagrama)
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